Erase una vez una princesa llamada Alegra, que no quería ser
princesa...desde pequeña le gustaban las historias de piratas, bandoleros,
saqueadores...y siempre se disfrazaba y jugaba a ser una de ellos.
A sus padres, los reyes, no les hacía demasiada gracia que su
hija, la princesa del reino jugara a ser sus propios enemigos y le escondía los
cuentos bajo llave.
Su madre, siempre antes de que alegra se durmiera la daba un beso
en la frente y le decía – “Ningún bandolero
encontrará nunca un tesoro tan precioso como tú”-.
Un buen día Alegra ingenió un plan para coger la llave
del mueble que escondía sus preciados libros. Alegra se comportaría como una verdadera princesa, aprendería a
hacer lo que hacían las princesas de los cuentos, se pondría vestidos y zapatos
de cristal, cantaría a los animales y siempre, siempre sonreiría...hasta que su
padre estuviera contento con ella y ¡zas! le diera la llave que abría el cajón.
Así alegra comenzó a leer cuentos de princesas, ponerse los
vestidos que le habían regalado, se soltó la coleta que siempre llevaba en el
pelo y lució su pequeña melena morena llena de tirabuzones.
Y así pasaron los días, los meses, los años, y su padre cada vez
estaba más contento con ella, pero ella vio que todas sus esperanzas y
esfuerzos no estaban valiendo la pena y encima no estaba cómoda intentando ser
una persona que no era…Alegra decidió escapar del castillo y vivir sus
propias aventuras.
Cenó con sus padres, como todas las noches, y se acostó en su
cama, allí esperó a que todos estuvieran dormidos y aprovechó para escapar.
Abrió la ventana de su alcoba y pegó un salto hacia su nueva vida.
Puso las monturas a Roque, su caballo, y marchó hacia el campo.
Una vez en el campo, decidió caminar hasta el pueblo para ver cómo
era la gente de allí, Alegra no conocía demasiado bien cómo eran los habitantes
de su reino puesto que a penas la dejaban salir del castillo…En su camino se
encontró una taberna abierta y decidió entrar a beber algo, llevaba mucho
tiempo cabalgando, más de lo que nunca había cabalgado sola y se encontraba
sedienta.
Dejó a Roque atado en una estaca y entró en la taberna, los que
estaban allí, no era gente con la que normalmente había tratado, parecía que no
se duchaban ni peinaban y vestían con los primeros ropajes que encontraban en
sus armarios…”Seguramente el agua no
llega a sus casas, por eso están así de sucios…” – imaginó Alegra. “¿Puede ponerme un vaso de agua por favor?”-
pidió amablemente al tabernero. Este se rió a carcajadas y le dijo “El dinero por delante niñita, luego te daré
tu agua”- pensando que no tendría para pagarlo. Alegra le dio lo que le
pidió y el tabernero quedó atónito y le sirvió un vaso de agua. “¿Y si tiene agua en la taberna, porque no
se duchará aquí?- pensó la pequeña Alegra. Se bebió su vaso de agua y se
marchó de aquel lugar tan oscuro y siniestro.
Montó en su caballo y continuó su camino hacia ninguna parte.
Era de madrugada y estaba cansada pero no sabía donde parar a
dormir, no encontraba ningún lugar seguro para ello asique decidió parar detrás
de unos arbustos, atar a Roque en un tronco de árbol y echarse a dormir un
rato. Al principio estaba muy emocionada, se había escapado de Palacio, era la
primera vez que salía sola con Roque tanto tiempo y seguro que le esperarían un
montón de aventuras como las que aparecían en sus libros.
Más tarde comenzaron a escucharse unos sonidos que le daban un poco
de miedo…un lobo aullar a lo lejos, murciélagos que revoloteaban por allí,
animales que al andar pisaban las hojas…y empezó a ponerse nerviosa. “¿Y si
vuelvo a palacio antes de que se haga de día, así nadie notará mi ausencia? ¿Y
si viene algún animal y me ataca? ¿Y si no consigo comida en un par de días? Su
cabeza se llenó de dudas y no podía dormir pero entonces recordó por lo que
había hecho esta locura, por luchar por lo que quería y los demás no la
dejaban, asique cerró los ojos y se olvidó de las tonterías que estaba
pensando, si quería ser una bandolera no tenía que tener miedo a los aullidos
de los lobos, ni a los demás sonidos del bosque. Tenía que ser valiente, como
los personajes de sus libros a los que tanto admiraba.
A la mañana siguiente Alegra se encontraba hambrienta por lo que
fue a buscar algo para comer.
Pasados los arbustos encontró un árbol en el que había un montón
de frutos de color rojo, los probó y estaban ricos, cogió unos cuantos y volvió
al lugar donde estaba Roque y le dio unos pocos. Después del desayuno
continuaron con su viaje.
Cabalgaron, galoparon, Alegra cantaba
porque estaba feliz, estaba viviendo su propia aventura y se las estaba
arreglando muy bien solita, estaba orgullosa de sí misma.
Llevaban toda la mañana sin parar de
cabalgar cuando encontraron un río, Roque estaba sediento asique pararon a
descansar y a beber un poco de agua. Aquello era un lugar muy bonito y
tranquilo y se estaba tan a gusto… Alegra se tumbó en el suelo y miró al cielo,
contemplando las nubes como se movían al son del viento, era gracioso ver como
se formaban figuras, como se unían las unas a las otras….¡¡PUM!! ¡¡PUM!!
¡¡PUM!! De repente se oyeron unos disparos
y tanto Alegra como Roque se asustaron, la diferencia es que Alegra no
se movió del lugar y Roque comenzó a correr desbocado. Alegra salió corriendo
detrás de él pero le perdió de vista cuando se adentró en una zona con grandes
árboles. La princesa comenzó a llorar y a llamar a su caballo a
voces…¡¡ROQUEEEE!!¡¡ROQUEEEE!! Ya lo daba todo por perdido cuando apareció un
joven que tiraba de las riendas de Roque – “más cuidado pequeña, este es un
buen ejemplar y has tenido suerte de que yo lo encontrara, si hubiera sido otra
persona…dalo por robado”. Alegra le dio las gracias al joven sin ni siquiera
mirarle demasiado, estaba muy emocionada con todo lo que había pasado. Cuando
Alegra miró al joven vio tenía el hombro ensangrentado y vestía como los
bandoleros de sus historias. ¡No se lo podía creer, estaba delante de un bandolero
de verdad, de carne y hueso! ¡Y estaba herido! ¡Y había salvado a su caballo!
Se acordó que antes de salir de Palacio había cogido un pequeño botiquín y se
ofreció a curarle la herida. Empezaron a conversar, el joven bandolero se
llamaba Alfonso y era más o menos de su edad y además... ¡era muy guapo!
Alfonso le preguntó que quien era ella, y Alegra, como no podía contarle quien
era en realidad, recordó una de las historias de sus libros, le contó que su
padre y ella eran bandoleros y que su padre había sido apresado por los
guardias del Rey.
Alfonso le preguntó que si le parecía
bien continuar el viaje juntos, los dos eran bandoleros y tenían los mismos
intereses, sería divertido tener compañía. Alegra, dudó por unos momentos pero
aceptó. Ahora sí que sería una aventura de verdad.
Alfonso le contaba historias muy
interesantes a cerca de sus andanzas, - ¡esto es mucho mejor que los libros,
esto es de verdad!- pensaba Alegra.
Así continuaron sus aventuras, Alegra aprendió
a pescar con las manos –algo que nunca hubiera imaginado que podría hacer-,
aprendió a hacer fogatas, pero sobretodo aprendió a colaborar con Alfonso para
conseguir dinero para los más necesitados.
La primera vez que saquearon a unos
nobles, Alegra estaba muy nerviosa, no sólo porque no sabía si lo haría bien o
si los pillarían por su torpeza, tenía miedo de que la reconocieran.
La verdad es que hacían muy buen
equipo, y en realidad no se le daba tan mal esto de saquear. Alfonso y ella no
usaban la violencia sino que inventaban timos y los llevaban a cabo.
Pasaron los meses y una noche estaban los
dos jóvenes, tumbados en un descampado mirando la luna, cuando Alegra recordó la
primera noche que había escapado de Palacio y también se había parado a
descansar en un descampado, empezó a recordar a su padre, el Rey, al que echaba
de menos, cuando conoció a Alfonso y pensó que no estaba bien haberle engañado,
ahora eran muy amigos y creía que debía contarle la verdad a cerca de quien
era, aunque tenía miedo que Alfonso perdiera la confianza en ella.
Cuando Alegra comenzó a hablar para
intentar explicarle la verdad -¿Tu qué harías
si una persona que es muy importante para ti no te deja hacer lo que realmente
quieres y cuando por fin lo consigues te das cuenta que para ello tienes que
engañar a otra persona que se ha convertido aún más importante para ti?
Alegra sabía que día a día sus sentimientos hacia Alfonso habían ido cambiando y
sentía algo más que una simple amistad hacia él.
Alfonso le contestó que no sabía que
haría que tendría que verse en una situación así para poder contestarle pues
según las circunstancias y sentimientos reaccionaria de una forma u otra
Alfonso siguió con lo que estaba
haciendo, leyendo unos mapas y trazando unos caminos, Alegra le preguntó que
qué eran esos mapas y Alfonso le contó que estaba tramando un nuevo plan para
la mañana siguiente.
Cuando Alegra despertó, vio que
Alfonso no estaba y en su lugar había una nota en la que le explicaba que se
dirigía a Palacio a intentar salvar a su padre.
Ella asustada, cogió a Roque y cabalgó
hacia Palacio tratando de evitarlo. En el camino encontró al juglar que estaba
dando una nueva noticia a la entrada de la villa. –“Los guardias del Rey han apresado al bandolero y timador Alfonso de
Castilla, se le juzgará mañana a la caída del sol”-.
Alegra no sabía qué hacer, estaba desesperada,
sólo pensaba en salvarle y únicamente podía hacer una cosa, volver a Palacio a
pedirle perdón a su padre y que liberara a Alfonso. Sin pensarlo dos veces se
dirigió a Palacio.
Llegó hasta las puertas de Palacio
pero los soldados la impidieron la entrada. –“¡Quiero ver al Rey, soy su hija
Alegra!-. Los guardias se rieron de ella y la echaron a empujones, ella
insistió y pidió que le dieran un mensaje a la reina. Escribió en un pequeño
papel la frase que su madre le decía todas las noches antes de dormir << Ningún bandolero
encontrará nunca un tesoro tan precioso como tú >>.
Los guardias le hicieron
llegar el mensaje a la reina y esta al leerlo, salió corriendo en busca de su
esposo gritando “¡¡ES ALEGRA!! ¡¡ALEGRA
HA VUELTO!!¡¡NUESTRA PEQUEÑA!!”
Los dos salieron corriendo
hacia la entrada del Palacio, muy emocionados buscando a su pequeña princesa,
pero al llegar allí solo encontraron a una joven muchacha con ropajes sucios y
rotos, con un sombrero. El rey le quitó el sombrero y apareció la melena morena
y rizada de su hija. –“¡¡Es ella!!”- dijo la reina. –“Mi pequeña…”- asintió el
rey. Alegra llorando les pidió perdón y los abrazó muy fuerte. Los había echado
de menos.
Mientras, en los
calabozos, Alfonso estaba pensando en aquello que Alegra le había dicho la
noche anterior. –“¿Tu qué harías
si una persona que es muy importante para ti no te deja hacer lo que realmente
quieres y cuando por fin lo consigues te das cuenta que para ello tienes que
engañar a otra persona que se ha convertido en alguien aún más importante para
ti?”-. ¿A qué se referiría con eso Alegra?
Todos en Palacio estaban
muy emocionados con la llegada de Alegra, pero ella sólo pensaba en una cosa,
en salvar a Alfonso. La reina insistió en que se diera una ducha y cambiara
esos ropajes tan sucios pero Alegra dijo que antes de todo aquello, debería contarles
todo lo que había pasado estos años.
Les contó su pequeña gran aventura,
en la que aprendió a luchar por lo que quería y que los últimos acontecimientos
le habían hecho saber lo que realmente se siente cuando pierdes a alguien tan
importante en tu vida, entendiendo como se debían haber sentido sus padres
cuando se fue de Palacio. Les contó quien era Alfonso y lo que sentía por él y
pidió a su padre que le liberara.
El rey mandó a sus
guardias que lo sacaran de prisión y que lo trajeran para conocerle, si su hija
había sido capaz de haber hecho todo aquello por sus sueños, debería conocer al
joven que la había acompañado y protegido en todo momento.
Alfonso entró al salón,
acompañado de los guardias, y al levantar la vista del suelo, vio a Alegra allí,
inmóvil, mirándole con lágrimas en los ojos. Echó a correr hacia él y lo
abrazó.
Ahora sabía a qué se
refería Alegra con todo aquello, era la princesa del reino y se lo había estado
ocultando todo este tiempo…pero viéndola allí, vestida de bandolera, delante de
los reyes, entendió todo, ella no quería ser princesa y luchó por aquello que
quería, y había sido muy valiente enfrentándose con él a todas aquellas
personas, para él no era una bandolera o una princesa, era su compañera desde
hacía mucho tiempo, una compañera de la que estaba enamorado.
El rey mandó asearse a los
dos jóvenes y le regaló unos vestidos a su hija y unos trajes a Alfonso, para
que tuvieran ropa limpia que ponerse.
Esa noche cenaron todos
juntos, contándose miles de historias muy interesantes, riéndose y siendo
felices, los Reyes habían recuperado a su hija y Alegra a Alfonso.
Después de la cena Alfonso
pidió la mano de Alegra al Rey y éste muy contento aceptó.
Pasaron los años y Alfonso
y Alegra fueron muy felices. Una mañana Alegra reunió a toda su familia y les dio
la buena nueva, a finales de año habría una pequeña bandolera en la familia;
sería “la princesa bandolera”.
Perfecto.
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